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Anoche subí a cenar a casa de mis abuelos, aprovechando que estoy estos días por mi pueblo. Surgió una de esas conversaciones con mi abuela que te hacen reflexionar, ella se sentó al lado de mí despues de cenar y empezó a contarme historias sobre mi bisabuelo, su padre. Todo sin mucho guion ni orden cronológico.

Historias de antes

El padre de mi abuela, antes de tener a mi abuela, estuvo en la Guerra Civil, lo enviaron a Zaragoza. Estando por allí, un día, subiendo una caja por la montaña con un compañero, en un momento se dio cuenta de que la caja pesaba bastante más; cuando se giró para ver a su compañero vio que le habían volado la cabeza. Y sí, podría haber sido él y no su compañero, y no haber nacido mi abuela.

Más tarde, en Zaragoza, le capturaron como prisionero de guerra, y una noche se escapó. Tuvo que cruzar el río Ebro, y de tanto frío se le empezó a pudrir el gemelo, y tuvo esa marca en la pierna toda su vida.

Cuando regresó a mi pueblo, ya después de tener a mi abuela, hacía todos los días uno o dos viajes en bicicleta a un pueblo de al lado. Está a unos 20 km, unos 30 minutos en coche con las carreteras actuales. Iba para comprar sacos de harina, echarlos a la bici y volver para que su mujer (la madre de mi abuela) hiciera pan para vender o cambiar por otros alimentos.

Tenían una casa de campo en las afueras, allí apenas tenían para comer, y no suficiente con eso, policías y militares de la zona a veces pasaban por su casa para coger (o robar) los pocos alimentos u aceite que pudieran tener. Mi abuela me contaba cómo hizo un agujero en el suelo donde tenían las mulas para poder esconder el aceite cuando vinieran los guardias.

Mi abuela, durante la infancia, solo tuvo un juguete, le regalaron una muñeca vieja de cartón e inocente de ella, como vio que la muñeca tenía los mofletes muy pintados, la metió al agua de las mulas y, al ser de cartón, se desmenuzó en pedazos. Se reía mientras me lo contaba.

El presente

No hace falta decir que solo tenemos que comparar la cantidad de ventajas que tenemos hoy día para ver lo poco que apreciamos aquello que tenemos.

Hace tiempo estoy obsesionado en mejorar mi vida, y son pocos los momentos en los que paro y valoro lo que tengo. Todo es frenético, urgente, y con la sensación de tener unas anteojeras, como las que tienen los caballos, para que solo puedan ver la pista.

No ha habido ninguna generación perfecta y sin problemas. Si tuviésemos más presente que problemas sociales, económicos o políticos van a existir siempre, de una u otra forma, creo que viviríamos más tranquilos. El humano no es perfecto y, por tanto, creo que nunca va a existir una generación perfecta.

Antes podías comprar una casa en 3-4 años, pero te faltaba el pan y no tenías coche ni podías viajar, y trabajabas en la vendimia. Ahora no te puedes comprar una casa, no te falta el pan, puedes viajar y trabajas en casa.

Y no estoy diciendo que te tengas que conformar, para nada, soy el primero que se considera ambicioso; te hablo de poder vivir con más tranquilidad, teniendo en cuenta lo que está en tu mano para cambiar a corto y medio plazo y lo que se escapa de tu control, sabiendo que no va a existir un tiempo en el que todo sea perfecto.

Conversaciones como esta no tienen precio, cuando alguien muere no solo muere la persona, sino toda la historia de esa persona. Te dejan pensativo, reflexivo, y mis habilidades amateurs de escribir no le hacen justicia a conversaciones o historias como esta, pero quería dejarlo plasmado en este blog para recordarlo.